Otras construcciones

 

Cada día más se afianza el interés general por contemplar y conservar los restos materiales de la vida cotidiana, conscientes de que la realidad histórica de un pueblo no está sólo en sus torres y castillos, sino sobre todo en los testimonios de la vida diaria y anónima de sus habitantes. Materia de interés de la etnología y de la arqueología industrial es el conocimiento de instalaciones y construcciones de todo tipo relacionadas con las actividades laborales de los habitantes de un lugar, como documento que son de los modos de trabajo y de relación social entre ellos. Es en este apartado donde en los últimos años se han cometido mayores atropellos en el patrimonio histórico de Añora, tanto a manos de particulares como de entidades públicas. Ojalá sirva esta breve reseña para evitar futuras pérdidas irreparables.

Muy cerca de la población, en el llamado Ejido del Tejar, se encuentra, todavía casi completo, una muestra única de tejar, construcción de ladrillo y mampostería utilizada como horno para cocer las tejas y ladrillos que tanto abundan en los edificios de Añora. Antiguamente hubo varios dentro del pueblo, pero todos han desaparecido ya. Dado que se encuentra en un terreno público, convendría su restauración y conservación como testimonio de una profesión que contó siempre en Añora con destacados cultivadores.

Peor suerte han corrido las eras de Cañada Palomares, destruidas incomprensiblemente hace unos años por el Ayuntamiento (y van...) al adquirir los terrenos en que se ubicaban. Las eras son grandes superficies de terreno empedradas (unos 300 metros cuadrados) en las que se realizaban  las tareas finales de la recolección de cereales (trilla, paja y saca). El empedrado se formaba con piedra tosca sin labrar, por lo general con las abundantes cuarcitas rosadas de la comarca, y en ellos, dada su función práctica, no suele aparecer ningún motivo decorativo más que la división regular en cuadrantes. En las proximidades del pueblo todavía se conservan numerosos ejemplos en terrenos privados, pero, dada la pérdida de su utilidad debido a la mecanización total de las tareas para las que estaban reservadas, es fácil aventurar su total desaparición en muy poco tiempo (y si no, valga este ejemplo del año 2002: el ayuntamiento adquiere una finca para ubicar en ella una zona recreativa, y lo primero que hace, antes de presentar ningún proyecto de actuación, es levantar de raíz la hermosa y monumental era que contenía... ¿tanto molesta el patrimonio histórico al ayuntamiento? ¿o cuánta ignorancia hay por ahí gobernando?).

La desaparición de las necesidades agrícolas y ganaderas para las que fueron construidas es también la causa del abandono y consiguiente destrucción de otras obras agropecuarias, como los abrevaderos y lavaderos públicos: restos de uno de estos últimos se puede contemplar todavía en La Jontana (corrupción popular de "fontana"), al lado mismo de una tosca fuente rematada con unos impresionantes brocales monolíticos y de otra con brocales de ladrillo nombrada "Santa Bárbara". Más suerte han tenido las fuentes públicas, aunque en la actualidad hayan perdido también su utilidad. Se trata en realidad de grandes pozos de donde antiguamente se surtía la población de agua para beber, para el aseo y para las  tareas domésticas. Las más interesantes son las de Fuente Vieja, Santo Cristo y Pocito de Don Bartolomé, por incluir en su brocal principal inscripciones en relieve sobre el autor, fecha, autoridad local  y otras circunstancias de su apertura.

La Jontana

Fuente de San José, llamada popularmente "Fuente Vieja"