APUNTES DE ETNOLOGÍA.

 

 

     Las fuentes que utilizamos para escribir la historia raramente nos proporcionan información sobre el vivir de cada día de los habitantes de un pueblo. La documentación oficial nos habla de grandes o pequeños acontecimientos que constituyen siempre la excepción a lo habitual. Lo normal, el día a día, eso no se escribe.

     Bajo el nombre de etnología se estudia hoy ese amplio abanico de elementos que forman la vida cotidiana de las personas de una comunidad. Sus costumbres, sus tradiciones. Unos usos y modos de comportarse que en muchos casos han permanecido invariables a lo largo de los siglos y que ahora, merced a un desarrollismo demasiado precipitadamente sobrevenido, comienzan a desaparecer sin remedio. Apuntamos aquí brevemente algunos de ellos, que deberán ser en el futuro objeto de un estudio más profundo, antes de que la ola de uniformidad cultural que nos invade acabe con ellos.

     La casa típica de Añora consta, por lo general, de tres cuerpos de construcción abovedada (bóveda de aristas) divididos en tres naves. La central constituye la "casa", muy ancha, que suele constituir un espacio no utilizado. Antiguamente el suelo aparecía empedrado o simplemente en tierra. En las naves laterales se distribuyen los dormitorios, la mayoría de ellos sin ventana al exterior. En el segundo cuerpo suele estar la cocina, con una gran chimenea de campana, que antiguamente representaba el centro del hogar. El último cuerpo da al corral, donde solía haber pajares, zahurdas, etc., y en ocasiones seguía un huerto.

     En el piso superior está la "cámara", que no se utiliza como vivienda sino como almacén para las cosechas agrícolas. Suelen presentar compartimentos divididos por pequeños muros de mampostería a los que se llama "trojas", en los que se distribuye el grano según su calidad y naturaleza. Los tejados son a dos aguas y están formados por tejas curvas del tipo árabe asentadas sobre cañizo.

     La fachada aparece siempre encalada, salvo las grandes piedras de granito que forman las jambas, dinteles y umbral de puertas y ventanas. Son muy características de Añora las fachadas popularmente llamadas "de tiras", formadas con sillares de granito alisado visto y rejuntado blanqueado.

Fachadas de tiras

     Algunas fachadas, además de presentar jambas de proporciones ciclópeas, conservan elementos decorativos diversos, siempre realizados en granito: ángulo conopial, arrabá, puerta en arco, etc.

     Como viviendas singulares cabe destacar la situada en el número 36 de la calle Concepción, la llamada "Casa de los Velarde", la única señorial del pueblo. En sus orígenes ocupaba prácticamente una manzana, pero hoy está muy fragmentada. Su fachada data del siglo XVIII y sobre el dintel presenta un frontón que pudo haber contenido un escudo de la familia. También merece señalarse la vivienda serrana de la calle Doctor Benítez número 23, que presenta un amplio zaguán con cubierta de madera, suelo empedrado y columnas de granito con toscos capiteles sosteniendo los arcos que forman las crujías.

Fachada de la Casa de los Velarde

     Como elemento constructivo en vías de desaparición hay que citar los pequeños tejadillos a dos aguas cubiertos con teja árabe que solían rematar los portones de madera de entrada a los huertos. Finalmente, son objeto interesante de estudio como materia de arqueología industrial los antiguos tejares (donde se cocían tejas y ladrillos), que presentan una atractiva apariencia, y las eras, grandes superficies rectangulares empedradas donde se culminaban las tareas de la recolección de cereales.

     De todas las manifestaciones de la cultura popular, las fiestas son las que mejor suelen conservar su espíritu y su forma a través de los tiempos. La mayoría de ellas tienen en Añora una motivación religiosa, aunque se trata de una religiosidad entendida al modo popular, que no tiene muy claros sus límites con lo profano.

     Las dos fiestas más importantes de Añora son las patronales en honor de la Virgen de la Peña y la fiesta de la Cruz de mayo. Las primeras se celebran del 23 al 27 de agosto y constituyen en la actualidad una evolución irreconocible de las antiguas ferias de ganado que se celebraban al final del año agrícola. La celebración religiosa se desarrolla en torno a la Virgen de la Peña, patrona de la villa, y tiene sus momentos estelares en el solemne traslado procesional de la imagen desde su ermita hasta la parroquia (23 de agosto) y desde la parroquia hasta la ermita (8 de septiembre), la "bajada" y la "subida" respectivamente. Durante los días que duran las fiestas, e incluso hasta el día 8 de septiembre, la Virgen sale en procesión casi todas las mañanas por las calles del pueblo a hombros de los familiares y amigos de quien "saca" la Virgen, respondiendo a una promesa.

     Al menos desde 1912 está documentada la existencia de una "mayordomía de la patrona", aunque la configuración actual de la Hermandad que promueve y fomenta su culto parece datar de 1922. Sus principales cargos son el de Hermano Mayor y el de mayordomo, éste último elegido anualmente por sorteo y encargado del buen estado de la imagen y ermita. Tras los cultos religiosos del día 24, el Mayordomo invita a los hermanos al tradicional "convite", que antes consistía en garbanzos tostados y buen vino y hoy en un pequeño banquete en el que predomina la repostería tradicional local. El resto de las actividades feriales de esos días presentan en la actualidad una uniformidad absoluta con respecto a otros lugares: bailes, concursos, festejos taurinos, competiciones deportivas, etc., sin que quede el menor rastro de los mercados de ganado que fueron su origen.

"Subida" de la Virgen de la Peña

     La fiesta de la Cruz se celebra en la actualidad el primer domingo de mayo, fecha a la que fue trasladada desde su originario 3 de mayo. Constituye la fiesta de mayor interés local y se manifiesta como una de las más importantes de la comarca, por su amalgama de elementos religiosos, profanos, folclóricos y rituales, así como por la desviación que ha tomado en su configuración con respecto a otras localidades de la provincia. El centro de la celebración está en las "cruces vestidas". Se trata de una habitación decorada hasta lo imposible con telas de finísima textura que se combinan dando lugar a barrocas formas de gran belleza, en cuyo centro se coloca una cruz de madera forrada de blanco y cubierta de crucifijos y cadenas de oro. El conjunto es espectacular y difícilmente descriptible. La fiesta propiamente dicha se celebra en la noche del sábado al domingo ("la velá"). Transcurre el tiempo recorriendo las diversas cruces que se han instalado en el pueblo, en las que se bebe, se comen los "dulces" típicos, se cantan los populares mayos y se bailan jotas. Se desconocen con precisión los orígenes de esta fiesta, pero parece bastante probable su derivación de antiguas celebraciones paganas y que su configuración actual parte, al menos, del siglo XVIII[1].

Noche de la Cruz en la Plaza de San Pedro

     Otras fiestas populares de Añora, siguiendo el orden del año, son las siguientes: San Antón (17 de enero), que conservaba hasta hace pocos años una tradicional cencerrada por las calles del pueblo; la Candelaria (2 de febrero), protagonizada por los inmensos candelorios que los niños de la localidad, agrupados por barrios, formaban con leña laboriosamente recogida los días precedentes; el Carnaval, que tuvo gran esplendor en el primer tercio de este siglo pero que desapareció con la guerra civil; el Lunes de Pascua, llamado aquí "Día de los Hornazos", con la costumbre de pasar el día en el campo y comer ese tradicional bizcocho coronado con huevos cocidos; San Martín (11 de noviembre), patrón de la localidad, cuyo culto está documentado al menos desde el siglo XVIII y en cuyo día las pandillas de amigos se reúnen por la noche para celebrar una "comilona".Desapareció hace muchos años la subasta pública de carros de leña y gallos, donados por los fieles que cumplían sus promesas piadosas, que se celebraba la pascua de Navidad y cuyos fondos se empleaban en el culto de las Animas. Tampoco se conserva ya la fiesta de los quintos, la única sin motivación religiosa, que incluía en su ritual la quema de una encina.

     Hay que citar como integrante destacado del ciclo festivo local el complejísimo ritual de las bodas antiguas, que constituían en sí mismas una celebración en la que participaba casi todo el pueblo (familia y amigos de los novios, familia y amigos de los vecinos de la calle donde se celebraba la boda, etc.). Han sido magníficamente descritas por Antonio Porras Márquez[2].

     La forma más común del folclore musical de Añora es la jota, que etimológicamente significa "canto para bailar". Su estrofa consta de cuatro versos octosílabos insertos en una estructura formulística, con música en compás de 3 por 4 y en tiempo de allegretto. Generalmente se danza a la vez que se canta, con acompañamiento de rondalla cuando es posible o con sencillo repique de palmas. Se bailan jotas en el transcurso de todas las fiestas populares de la localidad, siendo la más famosa la siguiente[3]:

     Es la Virgen de la Peña,
     cantando, navegando, navegué,
     la que más altares tiene, y olé,
     que en la Añora no hay ninguna,
     cantando, navegando, navegué,
     que en su pecho no la lleve, y olé.
 
        Si se va la niña a la sala
     dile que se siente,
     dale un besito en la cara
     que se lo merece,
     que se lo merece, la niña,
     que se lo merece,
     si se va la niña a la sala
     dile que se siente.

     La jota, que en su origen era un baile monosexual femenino, suele bailarse hoy por parejas mixtas, ataviadas con el traje típico del pueblo. El hombre lleva chaquetilla y chaleco de paño marrón y negro; camisa blanca, con cordones de hilo en los puños y delanteros bordados en blanco; pantalón con botones niquelados; medias blancas; calzón interior largo, con cintas para atarlo a la pierna; polainas y botas de piel de becerro de color negro; sombrero de felpón y pañuelo de cuadros; capa negra con esclavina.

     La mujer lleva blusa negra o marrón; blusa interior estampada; refajo en colores vivos con cenefas bordadas en la parte inferior; mantón negro con listas blancas; medias de lana o algodón con rayas de colores; delantal; zapatos de tacón o botas negras de charol; mantilla, encima de la cual llevaban un velo de tul negro; corpiño negro, adornado con lentejuelas; pañuelo al cuello, de seda natural, estampado en diversos colores; en cuanto al peinado, éste se hacía preferentemente con moño alto y sujeto con horquillas[4].

     Además de esta típica jota noriega, se canta aquí como propia la jota serrana cuya paternidad suele adjudicarse a Pozoblanco, pero que en realidad pertenece al folclore comarcal:

     Los amores de la sierra
     son amores de fortuna:
     que te quiero, que te adoro
     mientras dura la aceituna.
 
     Mira como sube,
     mira como baja,
     ole mi morena
     que me roba el alma,
     que me roba el alma
     y también el corazón,
     ole mi morena
     que la quiero yo.

     A las jotas hay que añadir, como elemento peculiar del folclore musical de Añora, los mayos de la fiesta de la Cruz. Su estribillo, en forma de salutación al mes, une una serie de estrofas de cuatro versos octosílabos que mezclan sin ningún orden los temas religiosos con los paganos:

       El día de la Ascensión,
     cuando Cristo subió al cielo,
     estaba la manzanilla
     florida como el romero.
 
        Mayo, mayo, mayo,
     bienvenido seas,
     para trigos y cebadas,
     caminitos y veredas.
     Mayo, mayo, mayo,
     bienvenido seas.

     Pero además de este folclore de las grandes ocasiones, de fiestas y celebraciones (en el que habría que incluir también los villancicos navideños), no se puede olvidar aquél que deriva de actos cotidianos, que forma parte de juegos y diversiones, que nace espontáneamente de múltiples actividades del quehacer diario[5], el cual contiene numerosas composiciones de gran fuerza creativa y de una impresionante calidad literaria. Citemos, a modo de ejemplo, una casi olvidada cancioncilla que los niños solían cantar a las cigüeñas cuando las avistaban encaramadas en cualquier sitio, con unos versos de un surrealismo verdaderamente encantador:

     Cigüeña,
     pata de leña,
     pico de alambre,
     que tienes a tus hijos
     muertos de hambre.
 

     La cocina tradicional noriega se basa, de un lado, en el cerdo y sus derivados, y, por otra, en los productos del campo. Lo más autóctono de su gastronomía, sin embargo, lo constituyen los "dulces", cuya variedad aparece asociada, por lo general, a alguna fiesta o celebración popular. Las hojuelas (con harina, huevo, agua y miel) son para las grandes ocasiones, especialmente las bodas. El día de la Cruz se hacen rosquillos de los tres pesos, bizcochadas, turrones y borrachuelos, mientras que la Navidad es la época de las perrunas de manteca.

     También para las bodas se hacía antes el "relleno", embutido cocido de carne y huevo. Por su parte, en carnaval y la Feria son inexcusables las albóndigas de jamón.

     El estudio de las matanzas del cerdo proporcionaría un buen pie para el análisis de la gastronomía local. Solía comerse el típico "ajo", sopas de pan con el hígado del animal, y "magras",  trozos de carne recién cortada asados en las ascuas de la candela. La sangre del cerdo frita sirve de aperitivo. Cuando las viñas eran abundantes por estos lugares, todo ello se regaba con buen vino de pitarra.

     La artesanía, entendida como la actividad productiva en la que la intervención personal e individualizada constituye el factor predominante y que conserva técnicas y modelos tradicionales, tiene en la actualidad en Añora escasa representación. La carpintería y la herrería, que tenían antaño el encargo de confeccionar productos imprescindibles en la vida rural (desde mangos de herramientas hasta muebles decorativos, desde herraduras de bestias hasta rejerías), se encuentran hoy más cerca de lo mecanizado que de lo artesanal. También desaparecieron hace años la alfarería y la cerámica, que contaban en Añora con cierta tradición (se conservan aún en pie algunos tejares que produjeron en su día tejas y ladrillos). Ningún rastro de dedicación queda, en fin, de la elaboración de quesos (a pesar de que siempre fueron tenidos en gran estima en toda la comarca) o de repostería tradicional, ni de la confección de encajes y bordados, actividades todas ellas practicadas en otros tiempos.

     La agricultura es, ahora, la dedicación principal, aunque aparece también casi totalmente mecanizada. El arado romano (del que todavía se conserva algún ejemplar) y el de vertedera[6], más frecuente, han cedido ya el lugar a los tractores en las operaciones de arada. Las máquinas cosechadoras, por su parte, han acabado con el complejo proceso de saca de las cosechas y, en consecuencia, con los evocadores nombres de sus instrumentos y actividades: hoz, espigadora, volquete, estaca, era, parva, trillo, patear, aventar, costal, bierga, piquera... La reducción de la cabaña ovina y los nuevos modos de crianza han terminado, en fin, con la figura solitaria del pastor, que ha constituido siempre uno de los tipos humanos más característicos de Añora.

 


    [1]  Sobre la fiesta de la Cruz véase: Antonio MERINO MADRID y Teodora LÓPEZ CABALLERO, La fiesta de la Cruz en Añora, Añora, 1991; y Manuel MORENO VALERO, "Celebración de la Cruz en Los Pedroches", El Folk-lore Andaluz, n1 6 (1991), pags. 37-63.

    [2]  Antonio PORRAS MÁRQUEZ, Prácticas de derecho y de economía popular observadas en la villa de Añora, Madrid, 1916.

    [3]  La partitura musical y los pasos de esta jota aparecen en VV. AA., Danzas de Córdoba, Córdoba, 1983, pags. 39-45.

    [4]  Tomo esta descripción de José COBOS RUIZ DE ALDANA y Francisco LUQUE-ROMERO ALBORNOZ, "Las danzas en Córdoba. Aspectos etnográficos y sociales", en VV. AA., Córdoba y su provincia, Sevilla, 1986.

    [5]  Un buen número de canciones y cantares de este tipo pueden verse en José LÓPEZ NAVARRETE, Recopilación de datos sobre Alcaracejos y sus costumbres, Pozoblanco, 1988 (aunque atribuidas a Alcaracejos, pertenecen en realidad al folclore comarcal y, la mayoría, al folclore sin fronteras) y en José JIMÉNEZ URBANO, Corros y cantares del Valle de Los Pedroches, Córdoba, 1990.

    [6]  Según VALLE BUENESTADO (Geografía agraria..., pag. 269) el arado de vertedera, hecho totalmente de hierro, se introdujo en Los Pedroches hacia 1914, con más de un siglo de retraso en relación con los países más adelantados de Europa. Este adelanto provocó, a su vez, la sustitución progresiva de la yunta de bueyes por la de mulos.